Testimoniales
“Cuando llegamos al consultorio de la doctora Rosy mi bebé tenía 21 días de nacido y desde entonces ha estado en fisioterapia. Gracias a esta atención Miguelito puede aplaudir, gatear, rodarse, comer solito, ver un libro… eso es lo importante, con mucha paciencia, constancia y esfuerzo ha podido realizar las actividades que hace un niño de su edad. Un día le pregunté a la fisioterapeuta, ¿qué hubiera pasado si Miguelito no estuviera en terapia?, la verdad creo que la respuesta no existe. Lo que sí existe es un niño con muchas ganas de caminar y eso es lo que se está trabajando en su fisioterapia. Como mamá de un niño especial no imaginas cómo serán las cosas; yo me preguntaba si mi bebé podría subir a un carrito o a un caballo del carrusel y lo sorprendente es que ¡lo hace! Hemos trabajado con muchas ganas y con mucha fe para que Miguelito alcance un desarrollo normal. En verdad agradezco a Dios por haberme mandado a Miguel de Jesús, y aún más, agradezco a todos los ángeles que ha mandado a su lado para cuidarlo. ¡Mil gracias!”
“Es grato encontrar a terapeutas tan comprometidos, preparados, entusiastas… me faltan calificativos para describirlos. Ha sido un privilegio estar acompañados por ustedes en este camino tan largo que hemos recorrido buscando la mejor rehabilitación con el fin de lograr la integración a la vida diaria de Claudio. Les estoy infinitamente agradecida por ayudarnos en este largo y penoso proceso. Deseo que este compromiso que tienen ustedes para los pacientes, no cese jamás.”
“Mi historia, se puede contar rápidamente o como la sentí, lenta y desesperadamente (…) Después de casi diez años de esperar un embarazo, finalmente quedé embarazada con inseminación asistida. Mi embarazo fue muy cuidado, y sólo hasta el octavo mes empecé a tener problemas, no subía de peso y se decidió que la niña naciera tres semanas antes de la fecha de término. Gloria nació bien, con buenos porcentajes en sus exámenes, sólo baja de peso. Yo era la mujer más feliz del mundo, pero a los cuatro meses empecé a notar que no hacía lo que otros bebés. No se sentaba, o agarraba objetos, no se volteaba y la veía muy flaquita. Se lo dije al pediatra y me tranquilizó diciendo que era normal. A pesar de esto, yo seguía intranquila (…)
A los siete meses, y dada mi insistencia, el doctor le manda a realizar estudios para descartar daños neurológicos; todo salió normal, pero la niña seguía igual. Desesperada porque nadie me creía, cambié de pediatra, ya que a los siete meses Gloria no se sentaba ni se incorporaba por ella misma. En la primera cita la nueva pediatra descartó que tuviera alguna enfermedad, pero mandó a la niña a Gymboree para que hiciera ejercicios de estimulación. Ahí todo fue peor, cada vez que había que hacer alguna actividad Gloria lloraba como si le doliera y yo lloraba junto con ella. Es entonces cuando reaccioné más decididamente, comparándola con otros niños, incluso con una bebé que había estado enyesada de las piernas, y me di cuenta de que algo andaba realmente mal. La mamá de la bebé enyesada me dijo que había ido con un terapeuta y eso me dio la clave (…).
Hasta el noveno mes alguien me hizo caso, la pediatra acababa de asistir a un congreso donde vio la descripción exacta de lo que Gloria tenía (tono muscular bajo), y de ese modo, sin que pasara un solo día, hice una cita con la doctora Rosa Herrera quien le hizo una primera evaluación. Su diagnóstico me dejó muy mortificada, tenía un retraso como de tres meses en su motricidad y tenía que empezar con terapia tres veces por semana. Casi me muero al saber que efectivamente la niña estaba retrasada, incluso la misma palabra me parecía muy fuerte, incluso su papá al principio no quería aceptarlo. ¿Cómo era posible que su niñita estuviera mal, si demostraba ser muy inteligente para otras cosas? Muy preocupada, pero más calmada al saber que al menos ya estaba bien diagnosticada, empezamos a trabajar las dos, ella con sus ejercicios, y yo para entender lo que pasaba sin culparme a mi misma (…).
Aprendí que, generalmente, los niños con alguna discapacidad son tratados como si la discapacidad fuera total, no aíslan la disfunción sino que la generalizan y tuve que enfrentarme ante otros papás para que no la trataran como tonta. Así fueron pasando los meses, y después de un año, Gloria sólo iba una vez por semana a terapia y pronto estuvo lista para ser dada de alta. Escribí esta historia, porque creo que es muy similar a otras historias de niños que se detectaron a tiempo, lo cual siempre facilita la recuperación. No quiero pensar en lo que padecerán las mamás que no tuvieron esta detección con sus chiquitos a tiempo. Gracias Rosy por todo tu amor y tu ayuda hacia Gloria y hacia mi.”
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